Llega un momento en tu vida en el que no te importa hacer o sumar amistades.
Y eres feliz.
Te das cuenta que siempre es mejor calidad a cantidad, porque vos siempre les tratas con calidad y calidez.
Porque tienesese “¿Qué te esta pasando?” en el momento justo, un “No dudes en llamarme, siempre estoy”, o «Lo veo en tus ojos, que sucede?» un simple “¿Encontrarnos a charlar? ¡Por supuesto!” Cuando hay algo que celebrar. Y cuando no, también.
Te das cuenta que ni todos los conocidos, o por conocer, podrán reemplazar esa verdadera amistad.
Porque tienes ese apoyo incondicional ofreciendo su mano en esa milésima de segundo en que casi rozas el suelo.
Y esa carcajada preparada para darle la vuelta a tu peor día.
De repente, te das cuenta que tener una persona así, te alegra, te alumbra, te place, te energiza, te hace feliz.
Y supongo que eso es lo que importa, tener más riquezas en el corazón que en el bolsillo.
Y es que, hay gente que presume que tiene dinero, pero yo presumo que te tengo a ti.
Al fin y al cabo, tenerte vale más.
