Cuando te pido que me escuches
y empiezas a darme buenos consejos,
no estás haciendo lo que te pedí.
Cuando te pido que me escuches
y empiezas a explicarme por qué no debería sentirme así,
estás pisoteando mis sentimientos.
Cuando te pido que me escuches
y piensas que debes hacer
algo para solucionar mis problemas,
me estás defraudando,
por más extraño que suene.
Quizás por eso a algunas personas
les hace bien rezar.
Porque Dios es mudo
no da buenos consejos
ni trata de arreglar las cosas.
Él solo escucha y deja que me cuide por mí mismo.
Así que, por favor,
sólo escúchame,
y si quieres decir algo, ten paciencia.
Luego, lo prometo,
te voy a escuchar.